domingo, 5 de dezembro de 2010

El comienzo de un extrañamiento

Cambiar de ciudad significa readaptarse a una nueva realidad. Para cuatro estudiantes de intercambio, salir de sus casas en Brasil y Alemania y llegar a Chile causa un extrañamiento impulsado por las diferencias culturales. Nuestra actual ciudad, Santiago, nos abriga a pesar de hacernos sentirnos extraños. Entretanto, ¿esta sensación es solamente sentida por nosotros extranjeros? ¿Los cambios en el espacio de la ciudad no causan la misma sensación en sus habitantes? Son esas preguntas que nos llevaran a ejecutar este trabajo.

Este blog tendrá 3 personajes principales: Domingo, Monica y Santiago. Los dos primeros tienen una relación compleja con el tercero. Lo extrañan, lo exhortan, sienten sus cambios, pero insisten en vivir en esa ciudad. Santiago, el lugar  donde Alameda se transformó en General O’Higgins, donde los trolleybuses fueron sustituidos por el Metro, donde los predios gigantes competen con construcciones centenarias. Acá usted podrá conocer las historias de vida de eses dos chilenos que hicieron de Santiago su amada y extraña casa.

Monica Samora

Santiago siempre fue el escenario de la vida de Monica del Carmen Samora Lopez. La señora de 64 años nació en Santiago, donde nunca salió y vive hasta hoy. Su padre y madre también eran de acá, así como sus dos hijos, que nacieron y crecieron en la capital del país. Por toda su vida cambió tres veces de comuna dentro de la ciudad: La Granja, Maipú y Santiago Centro – donde reside desde 1983 y trabaja como funcionaria de una lavandería.

A pesar de creer que Santiago permanece muy parecido con la ciudad de su infancia, doña Monica percibió algunos cambios durante su vida, en especial en el paisaje. Un punto que destaca es la llegada del sistema de metro, que modificó la manera de las personas se desplazaren al abrir ‘calles’ bajo la tierra. El horizonte también cambió, el cielo ahora se esconde detrás de los varios edificios que surgen con enorme velocidad y cada vez más altos.

Sin embargo, ni todos los cambios son positivos. Lugares famosos como la Plaza de Armas y el Parque O’Higgins también habrían sufrido modificaciones. La primera estaría “con menos árboles, más chica y fea”, mientras el segundo “con menos restaurantes para pasarlo bien”.

Según doña Monica, los cambios más grandes son “para más allá de Plaza Italia”, en la parte más rica de Santiago.

Además de diferencias en la estructura física, el Santiago de doña Monica también sufrió cambios de comportamiento. Las personas de antiguamente eran “más humanas” y los vecinos se conocían, diferente de lo que pasa hoy día: “cada uno está en su propio mundo, los vecinos no tienen idea de lo que pasa a su lado”.  Según el libro “Carne y Piedra” de Richard Sennett, vivimos en la era del individualismo, en que los habitantes de las gran ciudades son "personas que se toleran por indiferencia". Alexis de Tocqueville, citado en el libro, dijo que "cada persona se comporta como si fuera una extraña respecto al destino de los demás". Las cerca de siete millones de personas que viven en Santiago se cruzan por las calles todos los días, pero raramente se hay algún intercambio de información entre ellas.

Doña Monica se siente extraña en su propia ciudad, el Santiago de antes le gustaba más. La ciudad le parece muy estresante y peligrosa: “Uno no puede disfrutar nada, hay muchos ladrones”. Su pudiera, la señora iría vivir en el sur del país, “donde hay más tranquilidad.”

Domingo Flores

“En general me encanta Santiago, sobre todo en los meses de verano, entre enero y febrero, cuando tiene unos atardeceres en donde se aprecia la belleza de esta ciudad.” Estas son palabras de Domingo Flores, ingeniero civil de 50 años, que viven en la capital chilena hace 34 años.

Domingo nació en Caletones, Rancagua, en la VI Región. Fue en Santiago que él estudió Ingeniería Civil en la Universidad de Chile. Después de egresar siguió viviendo en la ciudad, donde nacieron sus dos hijos, Ignacio y Francisca.

En los últimos seis años, Domingo vivió en Santiago Centro, cerca del Parque O’Higgins. Antes vivía en La Florida. Domingo, un apasionado por Santiago, dice que en todos eses años de vida en la capital sintió varios cambios en la ciudad, como el metro y los nuevos barrios. “Me refiero a lo que veo desde mi punto de vista de la ingeniería: obras de arquitectura, grandes edificios, barrios nuevos (comunas casi completas) gran extensión de superficie edificable, parques y lugares de áreas verdes.”

Domingo cree que una de las obras más importantes en los últimos 50 años fue la instalación del metro. Para él, la gran conectividad vial, que también incluye las autopistas bajo el rio Mapocho, es el cambio más aparente de la capital chilena. Según Richard Sennett, en su libro “Carne y Piedra”, la velocidad es el  “(…) eje central de la vida moderna". Sobre el origen de los metros en las grandes ciudades, Sennet dice que “(…) el transporte barato que proporcionaba el metro permitió explorar la posibilidad de vivir mejor en otro sitio". En Santiago eso es visible, pues los barrios más ricos de la ciudad están cada vez más lejos del centro. Las Condes es un ejemplo. Con el metro, muchos de los moradores de estas comunas, como estudiantes universitarios, usan el metro diariamente para llegar en sus universidades, que están en las partes más centrales.

Domingo es un chileno que tiene mucho orgullo de su país. Incluso con todos los cambios que la ciudad sufrió en las tres décadas y media que vive aquí, él se siente en casa en Santiago. Sus dos hijos actualmente estudian en Valdivia, X Región, y pretenden seguir viviendo allá. Domingo cree que es una buena idea, pues Valdivia es una ciudad más tranquila y con menos polución que Santiago, pero así mismo él sigue con planes de vivir en Santiago, donde pretende volver a ser profesor del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile.

Galeria de Fotos

Los extrañamientos de Domingo Flores y Doña Monica están en la Santiago de ayer y de hoy. Conosca algunos fragmentos de estas dos Santiagos en la galeria de fotos abajo.

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Santiago para nosotros

Después de hacer estas dos entrevistas, fue posible ver que los ciudadanos locales también se sienten extraños en su ciudad. Santiaguinos o chilenos que viven hace mucho tiempo en la capital también sienten los cambios, extrañan el futuro y echan de menos algunas partes de la ciudad del pasado. Hay lugares donde los cambios fueron negativos, pero el sentimiento de Domingo y Monica es el mismo: amor por ese gigante de 7 millones de habitantes.

Usando la metáfora de Richard Sennet, si la ciudad es un cuerpo vivo, su crecimiento y "envejecimiento" afectan desde las funciones más complejas hasta sus pequeñas y importantes células: los ciudadanos. La ciudad cambia y los hábitos de los santiaguinos también, para mejor o no. Para doña Monica, por ejemplo, la falta de contacto (o "educación") de las personas, mismo las más cercanas, es un gran problema. En una ciudad creciente, donde la velocidad y el individualismo son soberanos, realmente no habrá tiempo para conocer sus vecinos o hasta sus colegas de trabajo. Es el estilo de vida "urbano", el status quo comportamental de la actualidad, te guste o no.

Incluso con sus problemas, la nueva ciudad también trae benefícios, principalmente en la área tecnológica. Para el ingeniero Domingo Flores, los puentes, autovias y el Metro cambiaran y facilitaran el transito por Santiago, creando una "gran conectividad vial". Si la velocidad ahora es parte del cotidiano de los ciudadanos, obstruciones y enbotellamientos interrumpen este "estilo de vida". La infraescructura urbana influye y también es influenciada por las personas.

A nosotros, estudiantes de intercambio de Brasil y Alemania, Santiago se presentó como una ciudad distinta en varios aspectos en comparación con las ciudades que estamos acostumbrados a vivir. En Chile hay muchas costumbres que en nuestros países no hay, como por ejemplo, la prohibición de tomar bebidas alcohólica en las calles, la cantidad de perros abandonados y el sistema de tráfico, donde cambian algunas reglas. Estas diferencias nos hacen extrañar la ciudad, pues no estamos arraigados en Santiago. Con el pasar de los meses, empezamos a acostumbrarnos con nuestra nueva realidad.

El extrañamiento, podemos concluir, no es solo un sentimiento exclusivo de los extrajeros, sino también de los propios habitantes de Santiago. Los cambios siguen día trás día, y las personas que aquí habitan los acompañan. Algunos cambios pueden ser buenos y otros malos, pero así mismo los santiaguinos se adaptan a ellos, aunque, a veces, como Monica, con un poco de nostalgia, y otros, como Domingo, creyendo en un buen futuro aquí en Santiago.